domingo, 28 de septiembre de 2008

Guerra de colibríes

Y pensó tristezas con aires de melancolía, y sintió un helado viento en medio del pecho que lo devolvía a ciertas sensaciones imposibles de describir pero fuertes, confusas y molestas como son aquellas sensaciones indescriptibles que nos suceden algunas veces. Quiero ser otro gritó el otro dentro de sí que no se conformaba con sí mismo sino con la idea de ser, pero siendo distinto por miedo a aceptar la mismidad, y la otredad le caía como redención. La vida es tan simple algunas veces que se acompleja para que no nos demos cuenta de lo que sucede, comentaba con aires de doctor un viejo sentado en el andén repleto de seres iracundos por la falta de trenes.
Necesito decirte varias cosas, pero no sé como…
Necesito sacarme esto de la garganta que me quema…

Y el colibrí rió en un batir de alas rápidas como el mismo viento, y el viejo León se perdió en un discurso de antaño lleno de sueño de cansancio. Se sentía viejo, se sentía vencido, se sentía sin sensaciones nuevas, ya no volaba como antes, ya no rugía como lo solía hacerlo.
El andén repleto de rostros sin piernas ni brazos, nos recordaba que debíamos volar para llegar a nuestros hogares. Por un decreto de la vida misma, desde el día de la fecha, todos ustedes deberán volar, será penalizado aquel que no cumpla con esta nueva ley…
El colibrí se sintió a salvo, se sintió a gusto y continuó riendo al batir las alas. Que afortunado es ser un animal volador, pensó por un segundo o dos, no mucho más ya que los colibríes no mantienen por mucho tiempo un pensamiento, son seres que adoran el dulce néctar y se pierden en el delirio de cada bocanada.
Muerte a las metáforas, gritaba León ¡muerte a las metáforas!
Las metáforas nos han complicado la vida, la falta de precisiones nos ha complicado lo simple que debería haber sido vivir.
Así comenzó la guerra entre pragmáticos seres tristes de normas y reglas preestablecidas y los colibríes delirantes que desean néctar.

jueves, 18 de septiembre de 2008

¡¡¡100!!!..................................... cien?







Increíble… ¿NO?..

En fin, solo es un número redondo y como todo número es simplemente eso, algo que denota cantidad. Pero, lo cierto es que me sorprendo a mi mismo por haber invertido tanto tiempo del que no tengo en estos post que a veces dudo de su eficacia para transformar el mundo (me refiero a mi mundo, a mi circunstancia, a todo y cuanto tenga que ver con el humanista)

El humanista cumple cien, cien entradas con muchos altibajos, cien entradas con mucho todavía por decir, cien entradas y el deseo de seguir cambiando esta porción de historia y de tiempo.

A lo largo de este tiempo, no cronológico ciertamente, nos hemos hecho de muchos amigos, algunos muy pero muy queridos que van robando partes del corazón y eso es en parte lo que logró este blog en mi vida hasta hoy, entrada número cien.

Es cierto que el número es artificioso, es cierto que las primeras entradas fueron borradas de sopetón un día en que la locura me tomó por completo y me sentí libre de borrar pensando que no tenía lectores, pero el contador dice cien, las entradas entras pasadas no han sobrevivido y de todas formas hay algunas trampas que compensan la trampa de haber borrado aquellos comienzos.

Este espacio es parte de mí, en donde se confunden muchas cosas que el humanista quiere gritar o al menos susurrar, como fueron muchos de los relatos aquí plasmados. Algunos desobedecen el mandato primero de la constitución de este blog (por eso he eliminado ciertos comienzos ajjaaj) pero la memoria muchas veces implacable, te recuerda y te devuelve al espíritu primario.

Este espacio es también espacio abierto para que digas, para que nombres, para que expreses…

Es también tu espacio, o sea que tal vez este espacio escapó de mi muchas veces, tal vez yo ya no sea más el humanista, tal vez el humanista seas vos también que lees estas líneas, en esta entrada número cien.

Volveremos mañana para volver a empezar

Volveremos en cuanto la luna nos ilumine otra vez, o una brisa limpia nos devuelva parte de vidas pasadas y ausentes.

Volveremos

Con otros relatos, con reflexiones, con deseos…..

Quien sabe que nos regalará el humanista en su entrada primera de la centena….

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miércoles, 17 de septiembre de 2008

QEPD

Me prometí un posteo descriptivo sobre un emblemático pub lésbico de mi Buenos Aires a veces querido. Lo cierto que la noche del sábado, por más que el humanista estaba embotado por muchas y diversas razones, por más que la noche brillaba mágica con y sin estrellas y no había excusas posibles, muchos relatos podrían surgir del encuentro mismo. A veces peco de barroco excesivo y otras de romántico recalcitrante, pero todo pide a gritos ser descripto en el universo de la pluma de bytes.

Y pocas plumas se divisaron en derredor, a no ser algunas de gallos que pasaron por la vereda en otro tiempo, o tal vez estarían por pasar. Así podría definir el barrio de Boedo.

Un portón que me recordaba los boliches clandestinos de otras épocas, por un instante sentí que me encontraría con Elliot Ness, aquel hombre que me seducía en mi última infancia a través del personaje traído a la vida por Kevin Costner, pero Elliot Ness no estaba. Abrió la puerta una mujer entrada en años con alma de tango y un cigarrillo en la mano. Apenas unos metros atrás nos habíamos saludamos con Pao, con Andrea y con Guadalupe; con Chris y con Ana ya veníamos caminando, mientras me lloraban los ojos como pasa siempre que el viento es frío. Más tarde aparecería como ráfaga Sergio.

Atravesar la metálica puerta y aguardar fue una sensación de gracia contenida, fue observar y acrecentar la ilusión del acto que vendría, era como cuando niños aguardábamos el conejo por el sólo hecho de ver la galera en el cumpleaños de alguno que le tocó en suerte un mago para la fiesta. Aguardar en el hall, si se lo puede llamar hall o pasillo que clamaba por atravesar la cortina negra que detenía la entrada en malón, si bien el orden era claro y aparente.

Qué suerte que vinimos temprano, dijo alguien en algún momento y la tanguera que nos flanqueaba la puerta o la cortina opinó de igual modo y con una sonrisa.

Elegimos lugar. Las mesas de formica y las sillas de caño negro recordaban algún cafetín de suburbio, mientras las luces en el techo y el gentío simulaban estar en un dance club. Detalle pintoresco y no menor, la luz ámbar, compañera de toda la noche que anunciaba la llegada de nuevos concurrentes. Y se llenaron las mesas y se colmó la pista y las mujeres eran por montones y un tímido show intentó dar comienzo a la noche. Por más que me habían prevenido del carácter de "club social" del lugar, no podía dejar de pensar que algo se confundía con la historia oculta de la cuidad, algo me hablaba de otras cosas, de parte de historias que me eran desconocidas, que no tenían que ver con mi vida ni con mi propia historia y que sin embargo eran parte de todo aquello que es parte de mi camino, de mi búsqueda, de mi deseo de otra historia. La noche nos regalo risas y algunas anécdotas que se fueron diluyendo con la música que sonaba cada vez más fuerte. Subía el clima para dejarse hechizar por el ritmo, sin embargo un alto detuvo la sucesión rítmica.

The show must go on
The show must go on
Inside my heart is breaking
My make-up may be flaking
But my smile still stays on

El pedido de un minuto de silencio se extendió más allá de la invitación de acompañar los restos mortales de Marta, que acababa de pasar de este mundo a la vida eterna aquella misma tarde.
Ella así lo hubiera querido, se escuchó decir por el micrófono sobre la barra repleta de circunstancias y mujeres en busca de alcohol. Una sensación mustia me envolvió por un instante, la escena era bizarra, ¿pero acaso exigía que fuera distinta? Fundadora del emblemático lugar la mujer acaba de partir y yo divagaba por incertidumbres semejantes a charcos y lagunas, porque la muerte me sigue produciendo ciertas sensaciones extrañas, cierta desazón, cierto ánimo triste. ¿Quien fue esta mujer que ya no respira?
Por más que el sentido de ubicuidad se había espantado y nos producía cierta risa jocosa, no dejaba de pensar, que en sí, todo es con un sentido extraño. Es que no somos más que extraños en medio de un extraño destino y aquella noche, nos encontramos para compartir algo de semejante extrañeza y que tal vez, tenga que ver con estar vivos. Eso pedía el baile que nos fue negado luego por la razia policial, eso nos pedía el deseo de contar cosas a un desconocido para volverlo conocido extraviando la propia historia en una historia en común y llenarnos de anécdotas preferiblemente divertidas.
¿Murió?
¿Quien murió?
Nosotros gritábamos vida y la risa era parte de ese pedido y el deseo de bailar, de embriagarnos de saltar y otra vez gritar y volver a reír…
Marlene en la madrugada de Buenos Aires…

sábado, 13 de septiembre de 2008

Algo le impidió entrar al espacio virtual y estampar esas palabras que algunas veces lo calman. Algo le impidió decir aquello que no puedo expresarse con gritos sino más bien con un susurros, porque los susurros envuelven como caricias y entonces es menos insoportable...

sábado, 6 de septiembre de 2008

Triste

Amigo, te confieso desde mi más absoluta cobardía, que desde ayer que me preocupé, me la pasé pensando, y no quise hacerlo, con la excusa de que me preocupo a veces demasiado, que soy tal vez demasiado sensible y dejo que algunos sentimientos sensibleros me ganen. Pero lo cierto que no puedo dejar de preocuparme y tampoco sé como decir. Te leía hace un rato y no pude evitar llenarme de lágrimas, escribo estas líneas con un nudo en el pecho. Y es que no puedo evitarlo, sólo pude evitar el encuentro de hoy, tal vez por ser demasiado ocupado, no tanto como vos claro, así nos conocimos realmente, cuando me reprochaste aquel día que me invitaste a cenar que vos tenías que despertar a un país y yo apenas me levantaba a las ocho. No puedo evitar que me duela desde el entusiasmo por el viaje de diciembre en donde tengo la sensación de que se hizo justicia, donde revolotea la alegría de escuchar a Javi lleno de vida e ilusión por conocer la meca del teatro. Y ahora te leo, leo y pienso, leo y siento tantas cosas que seguramente no te voy a decir porque tengo afición de otra cosa, de no flirtear con las cosas que nos son tan dolorosas, de intentar levantar de algún modo los ánimos que no se sostienen, por más que coqueteé seguido con la depresión.
Otra vez pelearla, otra vez agónica lucha por subsistir, pero claro, vos nunca te conformaste con subsistir, o se vive o no se es. No creas que no te escucho amigo, no creas que tus palabras no tocan bien hondo, no te creas…
A veces peco de pasarme de respetuoso, lo sé, por eso tal vez digo esto a través del personaje que mantengo lejos de ti, no sólo por pudor. Que ganas de conseguir una entrevista con la vida y cagarla a pedos por estas cosas que me entristecen, que me molestan, que me joden mucho. Pero en el fondo siempre es igual, en el fondo solo nos queda aceptar las reglas de este juego que no pusimos nunca nosotros. Es la vida, es así… pero no me puedo conformar con ser simplemente un sobreviviente, eso es imperdonable, lo sé, me lo hiciste entender hace tiempo.
Yo enciendo una vela por vos, sin decirte nada, para no terminar discutiendo por naderías, ya no disfruto tanto discutir como antes, me he vuelto más simple en todo lo que se refiera a discusiones. Me he vuelto más vulnerable a la vida vivida, a esa que se expone, se gasta, se consume y contagia. Vos me has contagiado de esa vida, debería decir Vida.
No te lo voy a decir, pero se lo voy a pedir a la virgen del cobre, se lo voy a pedir desde el nudo en el pecho, por vos por los que te queremos, por mí seguramente que lleno de egoísmos no quiero verte sufrir porque estoy harto de sufrimiento a mi alrededor. Se lo voy a pedir a la virgen del cobre desde esta lágrima, sin importarme si existe o no. Se lo voy a pedir desde la bronca, desde el temor, desde mis desmesuras. Porque te respeto, te admiro y te quiero.

jueves, 4 de septiembre de 2008

El Trueno

(a Danny)

Y quise surcar el cielo en busca de una aventura nueva, única, llena de oropeles y encontré andrajos. Tomé bocanadas de aire de altura, sin contaminación terrestre, para añorar otra vez el polvo que me hacía refunfuñar entre dientes. No quise otra cosa que recolectar sensaciones en una arpillera para confundirlos y abrir la bolsa en medio de un océano de barbaridades mudas, difusas, abyectas. Y el sabor insípido me regaló ciertas reflexiones que a cierta altura del camino me ayudaron a dudar para seguir siendo un errante en medio de caminos sin trazado. Aquel árbol se hacía familiar, sin embargo, sólo provocó desvío.
Salimos a la hora del sol, para ver iluminado el camino, o tal vez porque el camino se va trazando a medida que el machete golpea fuerte contra la maleza que todo lo abarca y ahoga. Salimos a la hora de la fresca brisa para poder soportar el trajinante andar. Las selvas son lugares con sonidos únicos y con sensaciones cercanas a la alucinación, pero a la vez vívidas y llenas de convidados que acompañan cada paso sin soledades. Jungla poblada con sabor a soledades y sin embargo, todo pierde sentido a la hora en que el agobiante calor lo envuelve todo haciéndote sentir parte de la tierra.
Deseaba descansar en un lago cristalino y sereno y no ser prisionero de esta selva hermosa y devoradora de vida. Deseaba un murmullo de paz acurrucarse en mí, para ser otra vez el que había sido, sin importar tanto el cemento y la energía eléctrica.
Tomás pensó que sería buena idea correr el riesgo de salir por el camino que bordeaba el claro lleno de tréboles y corrimos el riesgo de encontrarnos con trampas naturales y agrestes en medio de un paisaje contrastante.
Tienes que pisar con cuidado, se oyó decir entre los matorrales y las lianas que abundaban. Las trepadoras envolvían todo y los pasos se hacían más pesados, más toscos, más errantes que el mismo camino sin trazado y las voces se apagaban entre medio de tanta vegetación. Hubiera querido aquel lago con sensación de lejanías y sin distancia. Sin embargo el trueno se adueñó de los espectros sonoros. Sin embargo el estrepitoso rugido meteoro paralizó el corazón de los seres que vagábamos cerca. Pese al calor, un frío tenebroso nos corrió por la espalda y quisimos huir. ¿Cómo escapar del rayo y del trueno? ¿Cómo vivir sin miedo a ser traspasado por el grito del cielo a la tierra y sus habitantes? Lejos quedaba el sendero, lentamente se diluía el deseo de un lago cristalino. ¿Quién podía negar que aquello se tratara de un dios furioso queriendo comunicar a la selva su ira rotunda?
Cascadas de sensaciones volátiles y con ambiciones de salir corriendo en medio de la nada y la misma vegetación queriendo ser refugio seguro y sin embargo la misma conmoción de siempre tronaba como péndulo en su vaivén implacable.
El trueno se había metido en cada uno, nos había hecho estremecer, nos había transformado llenándonos de furia y ruido, ya no importaban los miedos ingenuos ni la lluvia que se avecinaba y nos iría a mojar dejándonos empapados en medio de la nada. Ya no importaba el calor, ni el bienestar de la fresca habitación, ni la tibieza de los sonidos metálicos de viento que serenaban a la fiera y despertaban al cándido niño que llevamos a cuestas.
Tulio nos había advertido sobre los peligros, pero todo peligro era necesario para la aventura. ¿Y si no cuento el cuento?
El trueno no sólo me había erizado poniéndome los pelos de punta. Erguido lloraba el ser primordial, el que hubo sido en la tribu antaño, el amigo del hechicero y del viejo sabio. Como débil fiera despertó del letargo y buscó un sedero nuevo e inexplorado. La carne se me hacía tan pesada como los pasos del hombre que fui. La luz segó por instante los ojos que rojos lloraron como no lo habían hecho en siglos, sólo el olor de la selva me recordó el sonido que me nombraba. Tupac cantó un canto nuevo y las aves salvajes lo saludaron dándole la bienvenida.
El trueno había devuelto al tiempo, los tiempos que lejos habían sido, batiéndose a duelo sonidos e imágenes.
Tupac sintió latir el corazón, el bombeo rítmico lo embargaba con una sensación de placidez, disfrutaba escuchar el tambor de las entrañas y quiso llenarse de aire cuando se percató que los pulmones deseaban llenarse de vida. Sólo me falta llenarme de sueños, pensó estirando la mano y sintiendo la punta de sus dedos. Sólo me falta soñar…
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