“Los principios solo sirven si se saben usar.”
Decía mi maestro y mentor una tarde a raíz de un pensamiento que revoloteaba por mi cabeza y nos ocupó el escaso tiempo, mientras compartíamos un rápido café. Que bueno sería tener todo claro. Estupenda sería la vida si dos más dos siempre tuviera por resultado un cuatro, pero en mi poca experiencia he comprendido que algunas, por no decir las más de las veces, el resultado me da con decimales.
Claro, ante una situación determinada, estaba convencido que se debía obrar así, pero ahora no me cerraba. ¿estaba perdiendo los principios? Los principios.... ¿cuales son mis principios? Tengo que tener principios porque todos los tenemos. “Hay que ser hombre de principios”, taladraba el disco de la educación desde que tengo razón (si es que tengo razón).
¿Mis principios son realmente míos?
Supongo que mi fuerte no es la moral, pero me gusta aquello de Ortega y Gasset “Con la moral corregimos los errores de nuestros instintos, y con el amor los errores de nuestra moral”;
Si hay algo que detesto es la gente cuando se escandaliza mentirosamente, yo más de una vez me puede haber escandalizado por algún que otro asunto, cómo no, siendo latinoamericano, pero no me refiero a ese tipo de escándalo, esto va más por la pose de estatua de ciertas moralinas que ofuscan y secan la vida de la sociedad. “La indignación moral no es más que envidia con aureola”. G. HerbertDesde que el hombre comenzó a vivir en la aldea, a nucleares, es que comienza la segregación, la convivencia de minorías ¿que es en el fondo una minoría, sino aquellos que se animan a ser fieles y sufren en el intento?. No me refiero tampoco a la marginación, ese es otro tema. La marginación es cercana a la violencia y como decía un grande, Gahandi: ”La violencia es el miedo a los ideales de los demás.
Hace días que resuena en mi cabeza esta frase, y sigo pensando en mis principios. Curiosamente no pienso en mis miedos, tal vez ya no tengan tanta fuerza como antaño, tal vez no haya tiempo para ellos, no lo se, puedo divagar con esto. Pero los principios, los principios son los que me dejan pensando, los que revolotean en la cabeza para gritar aunque terminen siendo solo un susurro en medio de la hora pico de transito un viernes por la tarde.
lunes, 3 de marzo de 2008
¿Cuestión de principios?
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1 comentario:
Amigo:
Todo lo escrito es muy cierto y comprobable. También yo suelo relacionar estrechamente el excesivo moralismo con la envidia. El envidioso es moralista, porque con el instrumento de la moral puede destruir las certezas propias que se ha forjado esa persona por la cual siente una insana admiración.
Aunque no necesariamente el moralista es envidioso. El moralista puede serlo por haber estado siempre sujeto a una potentísima intoxicación de principios retrógrados.
Yo sí creo en la moral, que debe existir una forma de concluir si algo es intrínsecamente bueno o malo. Pero creo que muchos moralistas actuales se caerían de espaldas si de verdad supieran que muchas de las cosas que ellos consideran malas, no lo son.
Otra cosa: el moralista muchas veces es el disfraz más digno del hombre ignorante y vulgar, al cual no le interesa en lo más mínimo descubrir la verdad de las cosas, sino simplemente vivir con cierta holgura la existencia que le ha sido dada. Estoy de acuerdo con tu cita de Herbert, muy asertada. No desanimes, viejo, el mundo nunca ha sido demasiado bueno, pero algo se puede hacer siempre por él.
Ha sido un gusto comentar, espero que estés muy bien.
Pietro
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