domingo, 10 de agosto de 2008

El temeroso



Tuvo miedo de abrir la puerta y entrar, algo le sabía a peligro, por más que sabía que no había motivos, pero el temor dominaba sus pensamientos. Quiso bajar por las escaleras por temor a quedar encerrado en el ascensor, cuando un miedo resbaladizo lo envolvió sin remedio. La disyuntiva era simple, entrar o escapar. Abrir la puerta y enfrentar el adentro o salir corriendo con riesgos de quedar encerrado o resbalar. La disyuntiva era estricta, o entraba o salía, pero no podía permanecer más de cinco minutos, tal vez porque el reloj que lo esclavizaba desde su muñeca no dejaba de marcar el tiempo y el no podía dejar de mirar y sentirse poseído, limitado, embrujado por las agujas digitales que le insinuaban que el tiempo también era parte de los peligros que lo rodeaban. No pensó en la posibilidad de subir, tal vez por cierto pudor a los vecinos de arriba, tal vez por no llenarse con otros miedos tontos, que sabía tontos y que lo condicionaban muy a su pesar. Tanta reflexión lo invitaba a una locura aceptable. Tantos pensamientos inútiles lo hacían sentir dueño de la situación en pequeñas porciones de tiempo, para volver a llenarse con nuevos temores, porque el ocioso pensar lo convidaba con un poco de creatividad para descubrir posibles miedos nuevos.
El corazón se le paralizó cuando el ascensor comenzó a bajar y escuchó el murmullo de unas personas que no conocía, o no podía distinguir. El alma quiso dar un salto cuando la alarma sonó, como confirmando la desgracia que él ya esperaba, como un “ya te lo dije” como confirmación de un oráculo sin explicaciones ni sentidos, al menos así son la mayoría de los oráculos pensó como un soslayo.
No le quedan más opciones que la de meter la llave en la cerradura y aceptar lo que fuera. No le quedaban más elecciones a la mano. Simplemente la llave en la ranura y cerrar los ojos, tragar saliva, respirar profundo y abrir la pesada puerta de madera, al tiempo que una imagen semejante a la suya, lo invitaba a entrar en la nube que comenzaba a nublarlo y hacerlo dormir.
No le quedaba más, que dejarse llevar, sin resistencias, dejarse conducir por una fuerza misteriosa que lo envolvía para devolverlo al presente en medio de llamas, de gritos, de llantos, de carcajadas burdas, de miradas inexistentes, de suspiros y golpes semejantes a un chasquido de látigo en el aire. Sintió la boca pastosa, amarga y seca. Sintió un olor a almendras que no le pareció extraño. Un frío profundo le acarició la espalda cuando de pronto comprendió sin vislumbrar, en una conjetura limpia, que había traspasado el espejo

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando estaba terminando de leer un frio me recorrió la espalda...y fue justo lo que escribiste vos.

markitoxxx dijo...

wooowww excelente, me encanto!! jeje
Traspasar el espejo y enfrentar quien es uno mismo no es facil, lo entiendo perfectamente porque muchas veces lo senti...

Abrazo

Anónimo dijo...

Tú descifras lo que sentimos??

Eres adivino, todopoderoso o que?

Pienso que tus explicaciones son muchos de los fundamentos que hacen falta para salir de un momento extraño.

Kiss

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