viernes, 8 de agosto de 2008

El trasgresor


Una línea amarilla separaba el sitio hasta donde podían pisar los pies. La oficina atestada de caras molestas por las espera cargaban con pesadez la espera de más de dos horas para realizar un trámite tedioso y obligatorio. Se escuchaba de tanto en tanto el convite a pasar a través de los números.
Soy el 57, pensó con pesar.
Treinta y seis, treinta y siete…
Podría estar en cualquier lado, en cualquier parte del mundo, en mi casa, en mi cama, podría haber sido otro el día, divagaba por su mente con pesadumbre y cansancio de esperar.
¿y si vuelvo mañana?
Cuarenta, cuarenta y uno…
Por un instante su mirada se congeló en una mujer que hablaba por teléfono, entremedio de carpetas que hacían equilibrio sobre un escritorio en ruinas. Por un instante imaginó que entablaba una conversación con ella, que sabía su nombre, su edad, su estado civil. Por un momento imaginó conocer a Vale, la treintañera que no consigue nunca alguien que la quiera y la acompañe al cine a ver películas sin tocarle ni siquiera la mano. La que se levanta con sueño y murmura en el subte, cuando el ruido es molesto: “yo te escondo…” la que mira por la ventanilla de los trenes, los techos de las casas imaginando que adentro, hay una familia como no fue la suya. La que esta mañana se vistió sin pensar, ni darse cuenta que el maquillaje se le había corrido, con riesgo de imponer una moda. Vale la que ahora mira al techo con un leve suspiro, pensando, recordando, resonando…
Solo una línea amarilla nos separa. Ya conozco tu historia aunque aun no conozca tu casa.
Cuarenta y cinco, cuarenta y seis, cuarenta y siete…
Un silencio paciente se acomodó en los oídos para escuchar la voz de la rubia treintañera.
No, no sé, no sé que decirte, tal vez mañana, pero hoy no puedo, sonaban las palabras en el teléfono.
Cuarenta y ocho, cuarenta y nueve…
Cortó el teléfono y se quedó pensativa. Algo la inquietaba, dejándole esa mirada confusa y medio triste. Fue por ello que no se percató cuando se escuchó, el cincuenta, cincuenta y uno, el hombre impaciente se le acercaba haciéndole preguntas que no tenía ganas de contestar.
Valeria, dijo la jefa de departamento, ese señor pasó la línea amarilla.
Aguarde a ser atendido, dijo sin ánimo.
Cincuenta y dos, cincuenta y tres, cincuenta y cuatro…
Señor le dije que vaya para atrás.
Cincuenta y cinco…
Señor ha pasado la línea amarilla, señor…
Cincuenta y seis…
Vale, soy yo, ¿no te acordás de mí? El que traspasa la línea amarilla los primeros martes de agosto, para invitarte al cine, tomá, acá tengo mi número, soy el cincuenta y siete. ¿vamos?

3 comentarios:

luciérnaga furiosa dijo...

muy lindo
muy lindo

podría decir que el ritmo
que cómo se va cargando de intensidad
que esos son los personajes masculinos que más me gustan

pero para qué decir y decir
si cuando me tapo la cara es porque me gustó mucho y entonces... shhh, silencio... silencio...

Anónimo dijo...

Holas !!

Me encantó el final jeje... Me gusto lo de hoy sisisi mucho mucho!

besos señor que ande mas que bien!

Juancho!

Anónimo dijo...

Cruzo la línea amarilla, todos los viernes que caen 8 para regalarte algo, venís a buscarlo?

Excelente Humanista, feliz de leerte.

Besote

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