viernes, 15 de agosto de 2008

Testigo


La aburrida muchacha se peinaba suave el suave cabello y miraba extraviada por la ventana de la habitación. Antes contaba las cepilladas en grupos pares, de un lado y otro, pero con el pasar del tiempo, su devoción estilística se fue perdiendo a medida que se sentía menos bella. Acostumbraba peinarse frente a la ventana imaginando que veía la fontana di Trevi soñando con una música de ensueño y duendes disfrazados de hombres caballerosos y galantes. Pero su ventana daba a un viejo baldío al sur de la decadente Buenos Aires.
Soñaba sueños fantasiosos con peligro de delirio.
Sueño sueños sin peligro, pensó la pobre muchacha en medio de la tarea de cepillado. Algún día algo sucederá… suspiraba sin remedio y repetitivamente. Algún día una ráfaga semejante a un huracán bendito, vendrá a limpiarnos de todos estos males, a quitarnos pesadumbre a regalarnos algo mejor que la vida.
Un grillo cantaba interminable su balada nocturna…
No podes defender lo indefendible, gritaba desde el baldío un hombre tosco y de mal semblante. No podés, no tenés derecho a seguir defendiendo lo imposible.
La muchacha se vio en medio del baldío tomada del brazo por el tosco hombre que la intimaba entre reproches incomprensibles. No hubo luna aquella noche, las sombras eran oscuras, más difusas que de costumbre.
Los reproches se iban tornando en una riña callejera sin testigos a excepción de la muchacha que se cepillaba el cabello sin orden ni ritmo.
Bailaban en un compás misterioso la codicia y la ambición, en un canto de reproches incesantes, embriagados de anhelos frívolos que acompasaban la pugna. La muchacha no habló, no esbozó siquiera una mueca, simplemente se dejó arrastrar por la toscas manos del hombre convertido en bestia que la sacudía entre brazos mientras la testigo derramaba una lágrima limpia y cristalina. Lloraba en el silencio de la solitaria habitación, lloraba el alma que contemplaba la triste escena en penumbra, lloraba solitaria su soledad.
¿Por qué me reprocha defender mi recuerdo más importante? ¿Por qué querés robarme mi recuerdo más preciado? Se preguntaba la mujer que ahora dejaba el cepillo y se paraba frente a la ventana.
El teléfono sonó dos veces, ella pareció entender que se trataba de una respuesta, de una señal librada a su interpretación.
Ya sé, ya lo sé Luis, ya entendí, dijo en un suspiro frente al vidrio, no digas más…
Te devolveré el recuerdo. Me despojaré de él. Seré también un recuerdo que solo unos poco recordarán, dijo la muchacha del baldío.
No me reproches recordar, es imposible no hacerlo, lloró, es imposible…
Siempre quise entregar la vida bajo la luna y hoy la noche tirita en penumbras secas
Siempre soñé con besarnos aquí, en esta fuente, Luis, siempre soñé con tus brazos y tus labios junto al sonido húmedo del agua…
Nunca tuve miedo a la muerte, nunca tuve miedo, exclamó en el baldío.
Escuchá Luis, escuchá, ahí vienen, me están llamando…
El teléfono volvió a sonar dos veces.
Decile que se acerque, que estoy preparada.
Viene, Luis, ahí vienen los niños con flores en sus manos y los deseos de monedas…
Abrazame, abrazame fuerte que aun tengo algo de miedo.
Qué hermoso regalo, Luis, hermoso…
Decime algo, lo que quieras, pero decime algo.
Soy tan feliz Luis, tan, pero tan feliz…
Si me abrazas fuerte será más sencillo para ambos.
Besame Luis, besame…
Ya puedo sentir el gélido abrazo, ya puedo sentir que se apaga algo.
No te olvido…
No te olvido…
No puedo olvidarte…
Susurró la muchacha yerta en el baldío de su habitación.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y ella será un recuerdo para los demás pero nunca logró el olvido.
Hay sentimientos que nos siguen al cielo...o al infierno.

Besote

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