domingo, 3 de agosto de 2008

El trovador

El trovador improvisó unos versos frente al auditorio de caras graves, acompañado por un laúd y el deseo de transformar la atmósfera con encanto musical. La música acompañaba palabras que nombraban duendes, princesas, bosques lejanos y amores eternos. Las palabras se batían entre la musicalidad y la significación, como un columpio que adquiere sentido en el vaivén y no en su estática detención. Versos sin serenidad llenaban a los convidados con la misma ternura que lo haría una tierna flor iluminada con el rayo más puro y la brisa más fresca.
Queridos todos, estas palabras que se escurren entre las cuerdas vibrantes del simple trovador, son parte de la diástole que sin prisa cumple su cometido… vengan a mi benditos peregrinos que surcan los albores del camino, las distancias son relativas en medio de las prisas. Las nubes posan su forma en el cielo de tu imaginación llenas de deseos vanos y profusos sentidos de existencia. Todos quisimos ser únicos algún día. Todos deseamos ser y existir en la conjugación de un verbo que supiera a labios húmedos de besos tiernos y pasionales como ámbito en que se engendra otra novedad que escape del tiempo, para salir de la común forma de existir y soñar aunque sea con algo semejante a eternidad. Todos quisimos ser únicos pese a la masificación. Todos quisimos ser solo nosotros y algo nos hacía desear al tú que te desarma y te expone, para ser un yo más yo y dejar de serlo…, cantaba en su mente el trovador que se debatía en la más conspicua de sus encrucijadas, deseo narrar la historia más bella jamás contada, pero estos temas me agobian y no me permiten ser lo que he soñado.
Deseo, queridos todos, tocarles el corazón con una palabra y producir lágrimas con sabor a miel, recitó tímido el pequeño trovador de ojos saltones. Deseo que esta noche sea para ustedes, célebre público del castillo, la noche más mágica que jamás hayan tenido, y si esto no fuera posible, al menos, que tengan ustedes una noche con encanto y fascinación.
Fue entonces cuando un joven con aspecto desgarbado y ojos tristes, aplaudió rompiendo el silencio antes que sonara el laúd.
El trovador incomodo amagó con interpretar la pieza mientras el joven aplaudía más fuerte en un duelo entre el aplauso y el comienzo de la obra tan anunciada.
Señoras y señores, dijo una voz sin figura, todo ha concluido, ustedes mismo han sido testigos de la osadía del artista y el espectador, esta noche no hay coros, no hay música, esta noche nos cobijará un silencio demoledor y sin aplausos…
Vuelvan mañana para la función.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Misión cumplida. Ha sido tocado mi corazón pero con una sonrisa en vez de una lágrima.
Mañana vuelvo a ver la función.

Abrazote

Fabián Aimar (faBio) dijo...

Me dá miedo volver a la función mañana, y que realmente haya una palabra que me pueda tocarm el corazón... las lágrimas podrían saber a miel? pues entnces casi me lo pineso y vengo...
;)

Anónimo dijo...

Ahora si entendes por que queria que volvieras?? Estas cosas me tranquilizan un poco el alma entre la espesa nube de la que rodeo mi corazon... claro, yo mismo me hago los problemas, infantiles en su mayoria, vos lo sabes mejor que yo... no sabes como me sienta de bien leer cosas tan profundas.

Salu2

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